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El Faro

 

Estimadas Familias: Les compartimos el cuento con el que iniciamos el Ciclo Lectivo 2020.
Cariños
Equipo Docente y Dirección.

El Faro

El faro está allí, en la costa, para servir de referencia. Esta quieto, no va a ningún lugar, pero irradia su luz, esa luz que llega lejos y permite a los navegantes saber dónde está la costa, el peligro de los acantilados o las zonas bajas que podrían hacer encallar la nave.
De las construcciones humana, el faro es, quizás, una de las más generosas. Un faro ofrece sosiego. Imaginando la noche más oscura, el palpitar lumínico de un faro en la lejanía solo puede ser comparado con el encuentro con esa mano que ofrece ayuda cuando no se la espera.
Los adultos (Padres, Docente) podemos nutrirnos de la imagen del faro. Somos faros más que bomberos o gendarmes. El faro no va hacia el navegante para socorrerlo de la noche; le ofrece, sin embargo, su luz, para que ese navegante, a partir de su propia capacidad, encuentre el rumbo, sostenido en ese punto luminoso en medio de la oscuridad.
El faro ilumina, y su luz es la confianza que irradia. Los nuños se sostienen en la luz, en ese punto, que habla de la existencia de “otro” que acompaña, que está allí, dispuesto, que tiene en cuenta al navegante y le ofrece ese mínimo resplandor, ese mínimo punto a partir del cual se podrá mover al Universo.
El faro ilumina y señala los límites entre el mar y la tierra, entre las aguas hondas y navegables y las que son bajas y peligrosas.
La luz del faro es el amor. Para un niño saber que hay alguien en el mundo generando luz y que esa luz, es un elemento que lo hará honrar su propia vida, al sentirla valiosa.
El navegante sabe que el faro es bueno. Entre el faro y el navegante hay un vínculo de confianza. Todo mar oscuro no puede contra esa luz que se ofrece para marcar las coordenadas del mundo. Los maestros somos eso: una referencia de amor que confía en la capacidad del niño para encontrar su rumbo.


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